Perdón por la tristeza

La resaca ha llegado. Escucho a mis cercanos, lejanos y antaños; leo a cuanto columnista, pseudo periodista e intelectual que expresa sus ideas y sólo llego a una conclusión: Estamos tristes, estúpidamente tristes.

La impotencia, rabia y reclamo que veníamos cargando en el inconsciente colectivo de la sociedad mexicana por el momento está en silencio, le ha dado paso a un simple vacío, el dolor de lo arrancado.

Hoy no estoy hasta la madre, simplemente estoy triste. No quiero hablar del cinismo de Molinar Horcasitas al salir a declarar que “aquí no hay nada de amnistías o treguas; estos criminales tienen que pagar por sus hechos”, como si él fuera el hombre que afrontó cabalmente la muerte de 49 niños quemados; me importa un carajo Vázquez Mota y su repunte en las encuestas para contender por la presidencia de un país en ruinas; me vale madres el informe de actividades del patrono Beltrones. Simplemente estoy triste, cual lujambista después de un dedazo calderónico.

Pero no os preocupéis por mi tristeza comanches, ya tienen suficiente con la que seguro ustedes se cargan. Mejor sanemos poco a poco, dejando que el beso dure, que el tiempo cure. No les prometo que volveremos a ver a aquellos que han partido a causa de esta guerra funesta, pero sí les propongo que estemos dispuestos a honrar sus muertes.
Solo así volveremos a recobrar fuerzas, esperanza, dignidad. Solo así recobraremos valor; no para evitar que la droga llegue a nuestros hijos, sino para evitar que nuestros hijos lleguen a la droga.

Piérdanse en la droga de vivir, con todo lo que ello implica.

Me dueles México (esqueleto de Jaime Sabines, carne de un mexicano más)

Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de esta guerra funesta.

Entre los escombros de las narcofosas, búscame,
escúchame.
En alguna casa de seguridad, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu ayuda, tu inaceptable silencio.

Atravesando retenes, atmósferas, sexenios,
tu rostro (tu rostro que cada día desconozco más)
viene desde San Lázaro, desde antes
del primer día que les importará un pito nuestro mundo.

¡Qué claridad tu rostro, qué ternura
de sangre derramada,
qué dibujo de llanto sobre hojas de olvido!

Odio tus balas, odio, odio tus balas.
Soy como el hijo no nacido por tus balas,
como un ciudadano inexistente soy.
Levántame. De entre tus cuerpos destazados levántame, recógeme,
del suelo, de los cadáveres que pisas,
del rincón de tu esperanza que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.

Clase Política: No te importamos, no nos importas. ¡2 de julio votamos en tu contra! XLI

rodolfo.castellanos@rcmultimedios.mx