Muchas de las leyendas sobre grandes serpientes y seres míticos que habitan en cavernas y cenotes de esta región del llamado mundo maya, han logrado permanecer en la memoria colectiva de muchas comunidades en pleno siglo XXI.
Como se ha demostrado a través de diversos estudios e investigaciones, las grutas y los cenotes tuvieron mucha importancia en la vida de los antiguos mayas. y en los no muy lejanos días de la primera mitad del siglo pasado, aún formaban parte central del desarrollo de muchos poblados.
Entre las leyendas más antiguas, destaca la de la “Tzukán”, que se supone es una gigantesca serpiente que cuida las cientos de grutas y cenotes que hay en estas tierras, es una especie de guardián del mundo subterráneo.
Estudios realizados por el investigador yucateco, Carlos Evia Cervantes, quien por muchos años se dedicó a indagar sobre el mito de las grandes serpientes en esta entidad, señalan que aunque no hay pruebas de su existencia, hay cientos de testimonios que se repiten una y vez sobre sus avistamientos.
“En torno a su tamaño, generalmente dicen que es tan grande, que su cabeza es como la de un caballo, incluso, también tiene crines y otras versiones hacen referencia al grosor y a la apariencia de su cuerpo, que se puede confundir con un tronco”, precisa el investigador en sus narraciones.
Evia Cervantes habla en sus trabajos que entre sus recorridos por el interior del estado, un campesino afirmó que se sentó en lo que creyó que era el tronco y al rato sintió que se movió por sí solo y aterrado descubrió que era una Tzukán, “no tiene pruebas, pero todos le creen”.
Al parecer, el mito tiene su origen el área cultural mesoamericana y conduce al conocimiento de relatos similares en otras partes del mundo. con los cuales se advierten factores simbólicos comunes: el agua, la cueva , por supuesto, la serpiente.
Sin embargo, además de los seres míticos como la Tzukán, hay cuevas que aún fungen como sitios para la realización de rituales, debido a que se cree que están habitadas por seres sobrenaturales.
Uno de los hallazgos más importantes fue dado a conocer en diciembre pasado por especialistas del Centro del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Yucatán, y se trata de la cueva denominada “Múusench’een”.
Esta forma parte de un antiguo asentamiento precolombino, al que se le ha dado uso como sitio ceremonial desde hace unos dos mil 300 años.
“El antiguo asentamiento data del periodo preclásico medio-superior y está oculto entre dos antiguas ciudades mayas del oriente del estado”, declaró Víctor Castillo Borges, el líder del proyecto de exploración en entrevista que concedió a Notimex tras el hallazgo.
Ahí también fueron localizados cinco entierros que muy probablemente corresponden a personajes importantes que ocuparon la zona en diferentes épocas.
De hecho, la cueva aún cumple con la función primordial. Esto es porque todavía dota a los sacerdotes mayas de agua “virgen” del cenote, para la realización de diversas ceremonias rituales.
Junto con ese reciente hallazgo, también de manera reciente se han recopilado nuevas historias de seres míticos en las cuevas y cenotes, como el de las palomas “Dzul Dzuy” y Tzaac Pakal”.
El arqueólogo subacuático, Sergio Grosjean Abimerih, indicó que la historia la escuchó de pobladores que viven en las cercanías de un cenote llamado “Kampepen”, en el municipio de Tecoh.
El especialista comentó que esa historia representa un sincretismo entre las antiguas creencias mayas y el cristianismo, pues dice que cuando los romanos perseguían a Jesucristo para crucificarlo había dos aves, muy parecidas a las palomas.
Una de las palomas a la que se le conoce como “Dzul Dzuy” hizo sonidos con su canto que confundieron a los romanos y lo alejaron de su objetivo, pero la otra conocida como “Tzaac Pakal”, delató con su canto al nazareno y fue detenido por los romanos.
Por ello, la paloma “Dzul Dzuy” sí tiene permitido entrar a los cenotes a beber agua y ayudarse en las épocas de sequía, no así Tzaac Pakal, a la que Cristo le impidió para siempre entrar a las cuevas y cenotes y sólo puede beber agua cuando llueve.
“En mi caso cada vez escuchó menos las narraciones de avistamientos de grandes serpientes en los cenotes, pero a cambio he encontrado nuevas historias y mitos en donde las aves juegan un papel central, ya que también hay muchas especies que viven y forman parte de esos ecosistemas”, dijo.
Para el espeleobuzo, este tipo de leyendas y mitos no desaparecerán en muchas generaciones pues hasta ahora las cuevas y los cenotes son consideradas la puerta de entrada a un mundo en donde la imaginación no tiene límites y siempre surgen nuevas historias que contar.
Tomás Martín. Corresponsal
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