Petra, Jordania
El tesoro más preciado de Jordania fue antiguamente la capital del reino de los nabateos, quienes se instalaron en ella en el siglo VI a.C.. Anteriormente, este territorio estuvo ocupado por los edomitas, que huyeron hacia Hebrón con la llegada de los árabes.
Su época de máximo esplendor tuvo lugar con el rey Aretas III, quien expandió el imperio hacia Siria, Arabia Saudí y conquistó Damasco. La prosperidad de Petra se basaba en el suministro de agua y la seguridad que otorgaba a los comerciantes que la cruzaban con sus vehículos repletos de especias, seda y productos exóticos.
Lo que más llama la atención de Petra es su impresionante arquitectura, actualmente su principal reclamo turístico. Sus diferentes monumentos fueron excavados directamente sobre la piedra, manteniendo así su característico aspecto rojizo. Algunas de sus fachadas de estilo griego o helenístico fueron levantadas tras la conquista del Imperio romano que, a pesar de ocupar y controlar el territorio, dejaron a los nabateos cierta autonomía.
Con la muerte del último rey de Petra, Rabel II, Trajano decidió trasladar allí la capital de la nueva provincia romana en Arabia. Petra también fue dominada por el Imperio bizantino, por los árabes y fue reconquistada en las cruzadas.
Actualmente, esta ciudad, a la que se accede por el cañón del Siq, es una de las más visitadas de Jordania. Su belleza radica en su original arquitectura, además de los acantilados y desfiladeros de más de 80 metros de altura que guardan algunas de sus joyas históricas más preciadas.