México, D.F.- El territorio mexicano está conformado en 60 por ciento de montaña, estas “fábricas de agua”, proveedoras además de oxígeno, carbono y ecosistemas con una amplia biodiversidad, han sido a lo largo de la historia, hasta hoy, reverenciadas por diversos grupos humanos; todo lo anterior, hacen de las cumbres de nuestro país, el motivo de una serie editorial impulsada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
Doce títulos publicados son resultado de las investigaciones derivadas del Proyecto Eje Conservación del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes, el cual de acuerdo con la doctora Margarita Loera, coordinadora del mismo, intenta penetrar desde el punto de vista de las diversas disciplinas antropológicas, hacia una cosmovisión milenaria que aún pervive en algunas comunidades.
“Las montañas y volcanes han sido consideradas morada de deidades a las que se le ha rendido culto en todo el mundo, casi desde que el humano puso sus primeras huellas en la tierra. En las sociedades mesoamericanas y en las que pervivieron con su raíz cultural tras la llegada de los españoles, esta realidad ha sido contundente.
“Después de la conquista hispana esos rituales continuaron en forma clandestina, y ya encubiertos en la forma cristiana, pervive hasta hoy su núcleo original, que tiene como común denominador la sacralización a deidades o fuerzas sobrenaturales pluviales; y es que, en efecto, ya con una influencia del pensamiento occidental, hoy a las montañas se les denomina ‘fábricas de agua’”, explicó la especialista del INAH.
En este sentido, como parte de los trabajos derivados del proyecto, especialistas de las siete licenciaturas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) han establecido una relación profunda con miembros de algunas comunidades, sumamente importantes para la conservación del ecosistema de montaña, por ejemplo, los llamados “graniceros”, que encabezan ritos de petición de lluvia en sitios del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.
Entre los títulos editados hasta los momentos en este campo, tanto colectivos como individuales, están: Flor de volcanes. Sor Juana Inés de la Cruz: vida y región donde nació; Moradas de Tláloc. Arqueología, historia y etnografía sobre la montaña; Identidad, paisaje y patrimonio; La Sierra Nevada de Calimaya (sus tiempos y espacios) y El hongo sagrado del Popocatépetl.
Desde 2007, la iniciativa —en la que también participa la Dirección de Estudios Históricos, del INAH— ha logrado consolidar un equipo multidisciplinario que a su vez se divide en diversos subproyectos, entre ellos: Etnohistoria en los pueblos de origen prehispánico aledaños al Xinantécatl, al Iztaccíhuatl y al Popocatépetl; Astronomía y calendario en la alta montaña en México; Montañismo ENAH y Entre montañas y cavernas.
Bajo la dirección general de Margarita Loera, el Proyecto Eje Conservación del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes tiene dos subcoordinadores, los doctores Stanislaw Iwaniszewski y Ricardo Cabrera Aguirre, quienes guían los estudios de arqueología y arqueoastronomía, así como a los grupos de montañismo, de manera respectiva.
El propósito del montañismo —anotó la etnohistoriadora—, es ante todo preparar a cuadros de jóvenes estudiantes para el ascenso, “pues hablamos que los estudios arqueológicos o etnográficos se llegan a realizar incluso a cuatro o cinco mil metros sobre el nivel del mar, lo cual obviamente requiere una condición física óptima”.
Con respecto a la serie editorial, la docena de libros que han salido a la luz en los últimos cuatro años reflejan la consolidación del proyecto. En breve, también bajo el sello del INAH-ENAH, se publicará Nuestro patrimonio subterráneo, el primer volumen dedicado al tema desde esta perspectiva académica, y que fue coordinado por la experta Johanna Broda.
El Proyecto Conservación del Patrimonio Cultural y Ecológico en los Volcanes, además de estudiar las grandes cumbres de México, ha investigado la elevación sudamericana Cayambe, en Ecuador, localizada a 4740 msnm, con fines de investigación arqueoastronómica y etnográfica, para su futura publicación.
Algunos integrantes del equipo, como el doctor Arturo Montero, participaron en esta exploración denominada Expedición 0° ? / 0° c —es decir, 0° de latitud a 0° centígrados—, a través de la cual en septiembre de 2009 se descubrió el lugar más alto del mundo por donde cruza la línea ecuatorial: una arista en la ladera sur de dicho volcán.
Ahora, la cumbre del mundo —un punto no referido en los mapas hasta antes de la citada expedición—, recibe el nombre de Arista del Águila y el Cóndor, un título que obedece al encuentro entre la nación mexicana, que representa al hemisferio norte con el águila, y la República del Ecuador con el cóndor, para el hemisferio sur.
Finalmente, en esta internacionalización del proyecto eje, Margarita Loera dio a conocer que dentro de unos meses saldrá el primer tomo de una serie dedicada a América, tierra de montañas y volcanes. Los títulos serán: Huellas de la arqueología, Voz de los pueblos, e Historia y naturaleza. Los ensayos que componen dichas obras fueron escritos y enviados por especialistas de varios países del continente.