Playa del Carmen se sitúa en el corazón de la Riviera Maya –la costa oriental de la península yucateca–, toda ella agraciada con una interminable playa que más que de arena parece estar cubierta de talco. La ciudad luce radiante su Quinta Avenida (peatonal), jalonada por un sinfín de restaurantes y elegantes tiendas. La proximidad de Cozumel, de la que solo la separan unos 40 minutos de trayecto en barco, da una enorme vitalidad a la ciudad por el continuo trasiego del puerto.
La isla de las golondrinas, como la llamaron los mayas, tiene una situación privilegiada junto a la principal barrera de arrecife coralino del hemisferio norte. Hay casi medio centenar de zonas con escuelas y profesionales del buceo para realizar inmersiones y disfrutar de la riqueza sin parangón de sus fondos marinos. El arrecife más conocido es el de Palancar, ya que permite a toda clase de buceadores –expertos, inexpertos, de superficie o de gran profundidad– embelesarse con su montaña coralina, repleta de jardines, túneles y cuevas de indescriptibles fauna y flora. Además, las aguas son tan cristalinas que tienen una visibilidad de unos 50 metros, lo que facilita a los amantes del buceo con tubo y aletas un espectáculo jamás soñado. También hay embarcaciones con el fondo de cristal para los que no quieran mojarse.
Cozumel fue en otro tiempo lugar de descanso de famosos y temidos piratas, como Henry Morgan y Jean Laritte. Hoy decenas de miles de personas de todo el mundo acuden a este paraíso tropical a gozar de sus tesoros marinos y terrestres, aderezados con la amabilidad de la gente y buenos servicios; el broche de oro donde se engarza la joya de Yucatán.