Ryan Gosling..un fruto de la bioingeniería de Hollywood

Parece un replicante. Ryan Gosling podría ser un fruto de la bioingeniería de Hollywood, como los que pueblan el futurismo de su próxima película, Blade Runner 2049, porque de natural es imposible ser tan perfecto.

El actor canadiense de 36 años muestra su imagen impecable incluso cuando la barba no está perfectamente afeitada. En la industria le quieren para un roto y un descosido, ahora defendiendo su segunda candidatura al Oscar con La ciudad de las estrellas.

La La Land a golpe de claqué. Tiene muchas posibilidades de salir ganando, de convertirse en el rey de los musicales que tanto le han gustado siempre aunque en su carrera hay sitio para comedias (Crazy, Stupid Love), dramones (El diario de Noa) o películas indies respetadas como Drive o Blue Valentine.

En su casa le espera un caos que adora, donde el único varón que le defiende es su perro George en un matriarcado donde Eva Mendes manda y sus hijas, Amanda y Esmeralda, son dos ángeles endemoniados.

En persona Gosling solo tiene una palabra para definir esa imagen de perfección: “Afortunado. Soy un tipo con suerte”. Así es como se ve el hombre más deseado del momento.

No pierde la sonrisa y no tiene porqué. Las cosas no le pueden ir mejor. Una sonrisa pícara con la que le toma el pelo a quienes le toman en serio. También con la que ha aprendido a manejarse en público desde niño, cuando se fue con su madre a Los Ángeles a probar fortuna. Entonces no era la ciudad de las estrellas que muestra La La Land. “Era un niño y mi primera vivienda en Los Ángeles fue el sofá de la casa del director con el que trabajé”, ha contado a este periódico.

Él no se arrepiente de nada. Ni tan siquiera de las pintas que tenía cuando conoció a Justin Timberlake, amigos de adolescencia cuando ambos comenzaron a labrarse la fama en el programa de variedades conocido como El Mickey Mouse Club y donde junto con Britney Spears o Christina Aguilera eran los mouseketeers. Es una ironía que Gosling y Timberlake sigan unidos en la misma aventura, ahora parte de la misma promoción al Oscar. Pero como afirma el actor, todos ellos son hijos de La La Land, “de la importancia de seguir tu sueño a pesar de los obstáculos”.

Familia de artistas

Ahí deja las comparaciones con su personaje. Gosling asegura que el pianista de jazz que interpreta en La ciudad de las estrellas es demasiado purista, que él se esfuerza menos. No es lo que dicen quienes le rodean y le han visto prepararse durante tres meses para ser capaz de tocar el piano con la agilidad necesaria. O para bailar como si fuera a emprender el vuelo. Le viene de familia, dice. “Mi padre era músico”, recuerda de alguien que lo hacía por hobby. “Mi hermana siempre ha querido dedicarse al mundo del teatro musical y mi tío era un imitador de Elvis Presley, el gran Elvis Perry, al que se le saltaban las lágrimas cantando Suspicious Minds. Es cierto que yo nunca me he puesto a bailar al atardecer, pero no lo descarto”.

Con esa misma picardía se ha ganado el cariño de Sandra Bullock o de Rachel McAdams, algunas de las mujeres de su vida. Pero desde que Cruce de caminos les unió hace seis años, su mundo gira entorno a la también actriz Eva Mendes. Son una pareja de lo más discreta aunque la ilusión desbordante de su victoria en los Globos de Oro le hizo tirarlo todo por la borda y dedicarle su galardón a la mujer que había hecho posible una de las mejores experiencias de su vida. “Para ti y para mis hijas”, añadió exultante antes de dedicarle también la estatuilla al hermano de Mendes, recientemente fallecido de cáncer.

No se puede ser más caballero. Un extrovertido discreto que dice que quiere frenar, dejar de ser él mismo por un tiempo para poder seguir creciendo como actor, como padre, como artista y como persona. No puede porque Hollywood no deja de llamar a su puerta. Mientras él quiere tomarse un respiro de sí mismo, todos quieren ser como Ryan Gosling.

inf./Tiempodigital/El País