La tierra del fuego y el hielo reúne también poderosas cascadas, la mayoría en la región sur del país.
Siguiendo desde Reykjavík la carretera que bordea la isla se accede a los saltos más espectaculares. Una de las primeras cascadas es la portentosa Seljalands, por la que el río homónimo se precipita desde 60 metros de altura.
Para llegar hasta ella hay que pasar el pueblo de Skógar, con un museo del folclore que conserva antiguas granjas con tejados de musgo.
Seljalands se diferencia de otras cascadas islandesas en que tiene una gruta detrás de su cortina de agua –imprescindible llevar ropa impermeable–, lo que permite obtener una perspectiva única del salto; otro camino sube a un mirador desde el que se ve el agua cayendo al vacío.