Empezaré por recordar algo que fue dicho por un ex – gobernador de Oaxaca, uno de los más honestos y de mayor relevancia en su obra: En una obra escrita por él o para él, aseveró que “los oaxaqueños estamos pobres, pero no somos pobres”. Tenía mucha razón el mandatario (estaba en plenas funciones en gobierno) y la sigue teniendo, porque está vivo. Vino a la toma de posesión del Gobernador, Gabino Cué Monteagudo, hombre de alcurnia y abolengo por el apellido. Oaxaca es un estado de los que cuentan con mayor área de bosques; es el cuarto o quinto en extensión en el país. Pero también es el número uno o si acaso el dos, en incendios forestales; muchos de los cuales son provocados, por ignorancia o negligencia o de plano por mentes criminales, de la propia gente.
En litorales, si aquí vivieran los japoneses, tendrían un imperio o emporio, más rico y poderoso que lo que es hoy en día su isla, Japón. En cambio, nosotros los mexicanos, sobre todo en el sureste del país, solamente probamos un pescado, con un poco de suerte, en los días obligados, de la cuaresma. De hecho no existe la pesca en gran escala. En los pueblos de la costa, uno o dos kilos de mojarra, en alguna presa, hacen el producto diario. Cuando encuentran “chacal” de río, tienen un verdadero manjar en casa. Con esos dos elementos que la naturaleza ofrece a los oaxaqueños, la madera y el pescado, podría revolucionarse el estado completo, la riqueza y la alimentación estarían aseguradas. Pero, la falta de educación, la terrible corrupción y la poca iniciativa, mas la inclinación a la holganza, hacen del pueblo uno de los más pobres e ignorantes. Desde luego, con muy brillantes e importantes excepciones.
Por la otra parte, la mayoría de los oaxaqueños “estamos libres”. Podemos circular por nuestro estado, por el país, cuando no le debemos nada a la justicia. Es decir, ¡estamos libres! Sin embargo, todos y cada uno de los seres humanos, tenemos nuestras propias limitaciones y /o limitantes. Algunos somos esclavos de nuestros prejuicios y / o temores. Ambos suelen acompañarse; van de la mano. Nos enseñan a “temerle “ a Dios. Los niños le temen al “coco”. A mí me amenazaban mis abuelas (una de ellas era protestante y la otra profundamente católica) con el castigo divino para los niños que se “portaban mal”. “Va a venir un temblor terrible…si te portas mal…” Yo no sabía si orar o rezar, cada noche, para que no fuera a temblar… Con frecuencia me fallaba la plegaria, porque sabemos que en Oaxaca tiembla por lo menos tres veces al día.
Empezar a tener hijos a los 18 o 20 años, cuando se tiene una formación que nos hace responsables y trabajadores, nos esclaviza de por vida. Los hijos, cuando aprovechan las oportunidades que les ofrece papá y de alguna manera, mamá, empiezan a producir sus recursos para poder alimentarse y vivir a su manera, después de los veintitantos años. Para entonces ya tiene muchas necesidades el segundo hijo y luego el tercero…y así sucesivamente. Por lo tanto, papá y mamá no pueden ser libres. Su vida estará limitada y condicionada por las necesidades propias y las de sus hijos. Tener muchos hijos, con su cédula profesional, significa la esclavitud de sus padres. ¡Podemos SER libres?