Silvestre Revueltas presente en Concierto de Orquesta Sinfónica Nacional

México, D.F.- En una noche dedicada a la magia de las partituras y el clamor de la palabra, la Orquesta Sinfónica Nacional presentó en el Palacio de Bellas Artes, el concierto 23, que incluyó un repertorio poco común con obras de Silvestre Revueltas y Dmitri Sostakovich.

Con una singular apertura enmarcada por la narración del poeta y melómano Edurado Lizalde, cuya voz se fusionó con los acordes de la orquesta, fueron interpretados los Tres sonetos, de Silvestre Revueltas, escritos en 1938 y basados en la colección poética Horas de junio, escrita por Carlos Pellicer.

Con elegante impostación y acompañado por los clarinetes, el piano, el fagot y las percusiones, Lizalde obsequió los textos de Vuelvo a ti soledad agua vacía, Junio me dio la voz, la silenciosa música de callar un sentimiento, así como Era mi corazón piedra de río.

Después del grandioso inicio que fue celebrado con gran entusiasmo por parte del público conocedor de la obra de Revueltas y Pellicer, hizo su arribo al escenario el contrabajista Alban Gerhardt, quien ofreció una emotiva interpretación del Concierto para violonchelo y orquesta num. 1 en Mi bemol Mayor, de Dmitri Shostakovich.

El músico, quien ha sido solista para más de 170 orquestas a nivel mundial y durante años fue uno de los pilares de cuerdas de la Orquesta Filarmónica de Berlín, mostró su destreza técnica obtenida de maestros como Markus Nyikos, para dar vida a esta pieza escrita en 1959.

La obra fue escrita por Shostakovich para el contrabajista Mstislav Rostropovich, uno de sus amigos más cercanos, quien la estrenó en la ciudad de Leningrado a finales de 1959.

Al final de su interpretación y animado por los aplausos del público, Alban Gerhardt pronunció en voz alta con buen español “Ahora algo de Bach”, y obsequió al público, fuera de programa, algunos acordes emblemáticos de este compositor.

Después del intermedio, la orquesta interpretó la Sinfonía núm. 10 en mi menor. Op. 93, también de Dmitri Shostakovich, con duración de 57 minutos y considerada una de sus catedrales musicales, así como su venganza personal contra la figura de Lenin.

La pieza dotada de un gran dramatismo fue estrenada irónicamente en 1953, celebrando los 250 años del Leningrado con la orquesta local, ocultando un significado incendiario contra la figura de Lenin y su régimen.

Decenas de palmas celebraron el final de la pieza dotada de vientos, cuerdas y percusiones que alcanzan un paroxismo con el que Shostakovich grabó en la historia musical su triunfo personal.