Recuerdo una imagen del presidente Felipe Calderón, cuando iniciaba su cruzada contra el narcotráfico, enfundado en un uniforme militar de combate que le quedaba grande, que al día de hoy tiene mayor vigencia, no sólo por el uniforme, sino porque al igual que su antecesor, Vicente Fox, en la presidencia de la república, tampoco ha estado a la altura, ya no digamos de las expectativas de los mexicanos, dejémoslo – en solo – de las necesidades del pueblo de México.
Los rezagos ancestrales de grandes sectores de la población, las asimetrías entre pobres y ricos y el enorme abismo que existe entre la élite político – empresarial y decenas de millones de mexicanos son prueba fehaciente de que este es un gobierno sin rumbo y sin destino.
Y como si algo faltara, las encuestas serias de los últimos días claramente indican, que no solamente se está perdiendo la batalla contra el crimen organizado, también la que tanto interesa en los “Pinos”, la del nivel de aceptación del presidente Calderón por la sociedad.
En este contexto, está ya desatada la lucha por las candidaturas presidenciales, y a ella está concurriendo – Calderón – con singular entusiasmo, convertido en el operador político de tres “cruzadas” que sin duda son vitales para la supervivencia del PAN en el poder; la elección del presidente de su partido, la definición de “su” candidato presidencial y la madre de todas, la elección presidencial.
En tales condiciones, no se puede permitir ningún error de cálculo, va con todo y contra todos los que se le opongan, incluyendo antiguos aliados como Ramírez Acuña, a quien le debe su prematuro destape, que lo potenció para desafiar a Vicente Fox y alcanzar y derrotar a Santiago Creel quien era el favorito “de la señora presidenta” – en los hechos – y su consorte, el mismo que alguna vez en 1998 se puso en la tribuna de la cámara de diputado unas orejotas de burro para burlarse de Salinas de Gortari, acto premonitorio de la forma como gobernó.
Pero como las lecciones de la historia, difícilmente se asimilan para bien, sobre todo cuando se están disfrutando las mieles del poder – después vendrán las hieles – Felipe Calderón ha enfocado todas sus baterías en el tema presidencial contra López Obrador y contra el PRI, culpándolo – a este partido – de ser el pecado original de todas las torpezas que está cometiendo.
Así lo enfatizó en el encuentro ciudadano con motivo de sus cuatro años de gobierno y diez de panista, cuando afirmó que “México no merece la tragedia de regresar a lo antigua, a lo autoritario a lo irresponsable, porque eso significa, pobreza, corrupción, negociación o simulación de la libertad y del derecho” o sea en buen romance, el “burro hablando de orejas”.
Mal presagio para el país, nuevamente el presidente de la república – como lo han hecho casi todos, – lamentablemente – se pone al frente de sus “ejércitos” en el proceso electoral nacional que se avecina y como tal será actor principalísimo de la contienda, con todos los riesgos que ello implica para la estabilidad y gobernabilidad del país.
Que lamentable es, que desde Lázaro Cárdenas, este México nuestro no haya tenido un presidente estadista que piense y actúe para la historia y no para satisfacer sus apetitos personales, de grupo, de partido o de poder mediático.
México no lo merece y como pueblo sabio lo cobrará en las urnas… al tiempo.
Volveremos a encontrarnos aquí en “SIN CENSURA”