A fines del siglo XX, el famoso son de La Negra superó en el gusto popular al tradicional Jarabe tapatío, desplazándolo del primer lugar como “aire” emblemático del sentir nacional, aseguró el maestro Jesús Jáuregui, investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien hizo un estudio sobre esta pieza para la introducción del disco número 55 de la colección Testimonio Musical de México.
Con el título El son mariachero de La Negra, de gusto regional independentista a “aire” nacional contemporáneo, el material editado por la Fonoteca del INAH, reúne en dos discos compactos cuatro tipos de interpretaciones: las versiones sinfónicas de Blas Galindo, las de conjuntos tradicionales (de cuerdas), las de mariachis modernos (con trompeta) y algunas ejecuciones “exóticas”.
Especialista del mariachi, el maestro Jáuregui realizó una investigación para documentar el origen, a principios del siglo XIX, del son de La Negra, para después explicar el fenómeno de su arraigo en el gusto popular nacional e internacional, como pieza representativa del sentir mexicano.
En el estudio introductorio del libro-disco, explica el investigador, “intento demostrar el origen escrito del son de La Negra, puesto que a principios del siglo XIX no se tenían tan codificados los géneros como ahora; hoy llamamos son a un conjunto de ritmos que se llamaban, por ejemplo, el catorce, el palomo, el borrego. El son mariachero de La Negra se compuso entre 1814 y 1821, aproximadamente, y sólo era tocado localmente”.
Para lograrlo, Jáuregui hace un análisis pormenorizado de la cuarteta que dice: “¿Cuándo me traes a mi negra?, Que la quiero ver aquí, Con su rebozo de seda, que le traje de Tepic”. Esta estrofa singular le sirvió de partida para rastrear los orígenes independentistas del son.
“Se puede sostener la hipótesis de que el arriero-ranchero presume haber llevado un rebozo de seda desde Tepic… durante la Guerra de Independencia, cuando funcionó en todo su esplendor la Feria de Tepic”, o durante los años posteriores al conflicto armado (1821-1827), sostiene Jáuregui.
Primeras grabaciones
Ya en el siglo XX, añadió, el son de La Negra llegó a la Ciudad de México como parte del repertorio de los músicos de mariachi que emigraron del occidente de México (Jalisco, Nayarit, Colima, Michoacán) y se instalaron en la Plaza de Garibaldi. La primera grabación data de 1929 por Los Trovadores Tamaulipecos; después vendría la grabación más difundida del Mariachi Tapatío de Jesús Marmolejo, en 1937. En la década de los 30, uno de los sones que se tocaba en la cantina El Tenampa era La Negra.
En 1940, el compositor Carlos Chávez le pidió a su alumno Blas Galindo la adaptación para orquesta sinfónica de los “sones de su región”, pues Galindo era oriundo de San Gabriel, Jalisco. Esta obra sería presentada como música “nacionalista”, como parte de la exposición Veinte Siglos de Arte Mexicano, que se presentó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El compositor jalisciense retomó partes del son de La Negra, y también del Zopilote y Los cuatro reales.
Jáuregui destacó que la versión para orquesta “mexicana” (orquesta de cámara, con dotación de mariachi tradicional), que incluyó el guitarrón y la vihuela, entre otros instrumentos, tuvo gran éxito en Nueva York. Poco tiempo después el propio Blas Galindo escribió una versión para orquesta sinfónica que se tocó en el Palacio de Bellas Artes, dicha grabación contribuyó notablemente a la difusión internacional de Sones de mariachi, cuya columna vertebral es el son de La Negra.
La genialidad de Galindo Dimas, explicó Jáuregui, consistió en “poner en el centro” de la orquesta al mariachi tradicional, porque “así la gente de Nueva York pudo verlo dentro de un conjunto de cámara”. Muchos años después, Blas Galindo recordaría el “pegue” que tuvo Sones de mariachi en la Gran Manzana, lo que se incrementó con la grabación bajo la batuta de Carlos Chávez.
Después vendrían las versiones de mariachis modernos (con dotación de trompetas), como son el Vargas de Tecalitlán, de Pepe Villa, Reyes de Chapala, Los Coyotes, de Miguel Díaz, Internacional, Cuauhtémoc, de Silvestre Vargas y Mujer 2000, entre otros, que muestran más de diez versiones diferentes de tocar el famoso son. También para que los músicos actuales “vean que hay varias formas de ejecutar La Negra” y no sólo la versión “estándar” que, “sin lugar a dudas, se conformó en la Ciudad de México, a través de un proceso variado y complejo”.
De las versiones exóticas, en el disco se reúnen las del guitarrista Cecilio Perea, de Las Guitarras Mágicas de Ramón Donadío, del arpista Víctor Álvarez y la “quena mágica” de Raymond Thevenot, entre otras. Quizás la más sobresaliente de este conjunto sea la versión de Dámaso Pérez Prado a ritmo de mambo.
Como dato curioso, agregó Jáuregui, el son de La Negra fue registrado en la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) bajo la autoría de Rubén Fuentes Gasson y Silvestre Vargas Vázquez, líderes del Mariachi Vargas de Tecalitlán en los años 40 y 50, aunque se sabe “que las coplas son de autoría popular anónima” y la melodía de la trompeta fue interpretada ad libitum por el músico Miguel Martínez Domínguez.
La pieza representó a todo el continente americano en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, China, sin embargo, la interpretación de la pieza no corrió a cargo de un mariachi mexicano sino de la agrupación femenina Mariachi Mujer 2000, de Los Ángeles, California, recordó Jáuregui.
El investigador concluyó que el son de La Negra desplazó al mismísimo Jarabe tapatío en el gusto del gran público, en tanto “aire nacional”, entre otras razones, “debido a que es más breve, explosiva, compacta y a que se trata de una pieza forjada prácticamente por el sentimiento popular mexicano”.