La cabriola de Miguel Calero aceleró los latidos de 40 mil corazones. Apenas fue una fracción de segundo, suficiente para robarle el aliento a un pueblo que sufrió de más antes de festejar la clasificación de sus Rayados a las semifinales del Apertura 2010.
Desesperación colectiva. Plegarias, algunas lágrimas y mentadas de madre, muchas mentadas en contra del árbitro Armando Archundia por agregar cuatro minutos a los 90 reglamentarios.
Si el boleto de los Pumas costó salud a los seguidores auriazules, lo del Monterrey fue de infarto.
El emblemático portero del Pachuca realizó un remate espectacular, pero carente de potencia y colocación. Cuando Jonathan Orozco controló la pelota, miles suspiraron en las gradas del vibrante estadio Tecnológico.
Unos cuantos minutos de distracción metieron en severos problemas al equipo dirigido por Víctor Manuel Vucetich, cuya mirada absorta describía a la perfección su incredulidad por lo que sucedía en el lienzo verde.
Los regiomontanos eliminaron a los Tuzos, pero sólo gracias a la ventaja que otorga culminar la fase regular en una mejor posición dentro de la tabla. La eliminatoria concluyó igualada a cuatro anotaciones, por más que el Monterrey la haya gobernado durante la mayoría de los 180 minutos.
“Era un partido prácticamente controlado, futbolísticamente muy bien jugado, con una actitud positiva, pero tuvimos una pausa en la segunda parte que nos hizo terminar de una forma complicada”, admitió el estratega rayado. “El objetivo se cumple, que es avanzar. Definitivamente, no gustó cómo terminamos. Al último nos descontrolamos y permitimos, en un momento dado, que el equipo Pachuca tuviera alguna posibilidad”.
Quedaban menos de 10 minutos por jugarse y los hidalguenses necesitaban tres tantos para avanzar. Lucía imposible… Hasta que Faustino Arizala aprovechó aquel desconcierto de Orozco en un saque de esquina.
El goleador de ébano tuzo no perdonó y devolvió la fe a un equipo que ya sólo deambulaba sobre el terreno de juego. El “Tec” comenzó a enmudecer, a temer una posible eliminación.
Lo hizo por completo, cuando el sudamericano rubricó su tercer tanto de la tarde (89’), cuarto de la serie. Uno más y el favorito regiomontano emularía al Cruz Azul.
Eso explicó el nerviosismo del final. La tranquilidad mutó en taquicardia y la confianza en miedo.
Calero lo palpó, por lo que pidió ser el receptor del par de pelotas paradas que el Pachuca envió al área local. Casi hace gol la primera. Le faltó fuerza.
“Me voy un poco triste, porque uno siempre quiere pasar, pero estoy muy orgulloso de todos mis compañeros”, sentenció el capitán de los hidalguenses, quienes ayer conocieron lo que es quedar fuera en Monterrey. Rayados y Tigres eran sus clientes.
Motivo extra para celebrar, aunque el dramatismo del ocaso hizo que algunos perdieran el estilo. Jesús Arellano no se aguantó y observó el final por la pequeña rendija que ofrece el viejo marcador electrónico del estadio. El actual emblema rayado la pasó mal, al igual que miles de regios… Y la siguiente prueba son los “matagigantes” Pumas.
Agencia El Universal