![Tarn...nace en el monte Lozére y fluye paralelo a los Pirineos](https://i0.wp.com/rcmultimedios.mx/wp-content/uploads/2014/09/acccion-2_46044.jpg?resize=678%2C381&ssl=1)
El Tarn fluye paralelo a los Pirineos desde su nacimiento en el monte Lozère, de donde desciende encajonado y rugiente por la región montañosa de Cevennes. A partir de ahí pasa a convertirse en un curso tranquilo jalonado por algunos de los pueblos más pintorescos del sur de Francia, antes de volcar sus aguas en el Garona a la altura de Toulouse.
Entre estas poblaciones ribereñas destaca especialmente Albi, capital del departamento de Tarn, en la región de Midi-Pyrénées. La primera impresión que da la coqueta Albi es la de una postal antigua teñida de ocres. Estas tonalidades provienen de la arcilla del río con la que se elaboraron los ladrillos que colorean la arquitectura local. Donde mejor se aprecia es en la catedral de Sainte-Cécile que, como una fortaleza, domina el casco antiguo. La rigidez externa del templo contrasta en el interior con las pinturas murales y las bóvedas recargadas de frescos que forman el mayor conjunto pictórico renacentista de Francia.
Junto a la Catedral, el palacio de la Berbie fue edificado en la misma época (siglo XIII) como símbolo del poder de los obispos de Albi. Sus jardines se asoman al Tarn a la altura del Puente Viejo, otro icono que identifica la ciudad desde su construcción el año 1040, y juntos componen uno de los rincones más entrañables de esta villa.
Las paredes del palacio de la Berbie, testigo durante siglos de una estricta moral clerical, acogen hoy mujeres de vida licenciosa, bailarinas de cabaret y otros personajes surgidos del pincel del hijo pródigo de la ciudad, Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901). El palacio aloja el museo del artista en el que se exponen un millar de sus pinturas, dibujos y litografías. A finales de 2014 comenzarán a conmemorarse los 150 años del nacimiento del pintor, con exposiciones especiales y una ruta por los escenarios de su vida y obra.
En Albi será un placer deambular por las calles empedradas del casco viejo, salpicadas de terrazas y restaurantes que proponen degustar platos del recetario de Toulouse-Lautrec, un aficionado a la gastronomía que incluso escribió un libro ilustrado con recetas y consejos de cocina.