La grandeza de las montañas y el encanto de los pueblos tiroleses dibujan un paisaje de postal.
Innsbruck, la deliciosa y monumental capital del Tirol, es el punto de partida para descubrir los valles de esta región alpina que reúne estaciones de esquí, diminutas aldeas, iglesias puntiagudas y granjas de madera.
Destacan el Valle de Pitztal, con sus glaciares; el de Ötz, con lagunas cristalinas; y el de Kitzbühel –en la imagen–, rodeado por algunas de las estaciones invernales más famosas de los Alpes.
El pueblo de Kitzbühel, pionero del esquí, ofrece una gran gama de instalaciones y servicios. Conserva, además, un centro medieval donde se erigen la iglesia de Santa Catalina (siglo XV) y la Torre Plfleghot (XVI), con un museo etnográfico.