La Universidad de Guadalajara (UdeG), que cumple hoy el 224 aniversario de su fundación, logró en 1792 destacar como la segunda universidad del país, dijo la doctora Marina Mantilla Trolle, especialista en instituciones coloniales.
Señaló que esta ciudad logró tener ese año la segunda universidad del país y fue “la cristalización de un esfuerzo de casi un siglo, la respuesta a una necesidad social de un amplio territorio de lo que actualmente es medio México y demuestra el poder que tenía ya la ciudad como capital del Reino de la Nueva Galicia”.
Entrevistada con motivo del 224 aniversario de la fundación de la Universidad, que se cumple este jueves 3 de noviembre, la académica de la Universidad de Guadalajara (UdeG), explicó los factores que permitieron crear la segunda universidad en el virreinato de la Nueva España.
En ese entonces, refirió, los estudios se realizaban en lo que se conocía como escuelas elementales de artes y oficios, obteniéndose el grado de bachilleres, así como en los seminarios.
“En Guadalajara no se otorgaban grados superiores porque no había universidad”. Quien podía, se trasladaba a la ciudad de México, a Lima –muy pocos– o a España –los más pudientes–. “Era una tierra de tradición y estatus, y en éste estaba la formación educativa”, dijo.
Afirmó que esta ciudad era poderosa económicamente; su principal actividad era el comercio, estaba rodeada de grandes haciendas y la fortalecía estar en el paso entre Zacatecas y la Ciudad de México.
“Era la segunda ciudad más importante del virreinato”. Políticamente también estaba consolidada; sus autoridades establecían comunicación directa con el monarca, sostuvo.
Dijo que el primer gran esfuerzo para que existiera una universidad fue en 1696, cuando fray Felipe Galindo y Chávez, obispo de Guadalajara, planteó al rey de España la necesidad de contar con una de estas instituciones.
“Como en las ciudades europeas, porque había muchos jóvenes y la Nueva Galicia abarcaba una gran región que distaba mucho de la ciudad de México”, abundó.
La solicitud fue retomada casi 50 años después: cuando en 1742 Matías de la Mota Padilla –el historiador de la Nueva Galicia– logró unir los esfuerzos e intereses del ayuntamiento, la audiencia y el obispado, para volver a requerirle al rey una universidad, dentro de un plan modernizador que implicaba la creación de varias instancias.
El monarca pidió entonces un informe sobre cuánto costaría, dónde se instalaría, cuánto se pagaría a los profesores, así como los beneficios a la ciudad, refirió.
Precisó que la ciudad contaba con tres elementos: algunos prospectos de profesores –abogados de la audiencia y miembros del cabildo catedralicio con grados académicos–; podría contar con un edificio y ciertos recursos económicos del ayuntamiento, corporaciones religiosas.
Así como de algunos particulares interesados en que los capitales no emigraran y las nuevas generaciones de criollos se formaran aquí.
Las gestiones sobre la universidad las continuó fray Antonio Alcalde y Barriga, obispo de Guadalajara. El rey Carlos IV autorizó y en cédula real quedó escrito: “He resuelto que se erija y establezca Universidad en esa Ciudad”, detalló.
La Universidad se inauguró el 3 de noviembre de 1792, tuvo como sede lo que había sido el Colegio de Santo Tomás de Aquino, actualmente Biblioteca Iberoamericana “Octavio Paz” y su primer rector fue el doctor José María Gómez y Villaseñor, apuntó.
La universidad fundada en 1792 y en 1925, afirmó Mantilla Trolle, son distintas por los procesos históricos en que se crearon –la época colonial y la constitucionalista–, “pero finalmente surgen de la tradición educativa en Guadalajara, de esa inquietud por dar respuesta a una necesidad social y de buscar una mejora en momentos históricos”.
inf./Notimex