Veracruz: belleza inigualable

Dicen que sólo Veracruz es bello, y no se trata simplemente de un slogan, es una apreciación bien merecida.

El estado de Veracruz, punto medular en la historia de México, cuna de nuestra nación mestiza, se localiza en la porción oriental de nuestro país. Su extensión territorial es de 72,815 km2 y cuenta con un extenso litoral de nada menos que 800 km de longitud -desde la desembocadura del río Pánuco hasta Coatzacoalcos-, a lo largo de los cuales te vas a encontrar con incomparables playas, lagunas y ríos. Esto para comenzar la recapitulación de sus virtudes desde su próspero extremo oriental, bañado por el Golfo de México, y continuar con la mención de sus magníficos escenarios naturales: bosques, llanuras, selvas, cordilleras e incluso el imponente Citlaltépetl, coronado de blancas nieves.

Definitivamente la Madre Naturaleza se portó bastante generosa con Veracruz.

Quizás por ello Veracruz fue testigo del nacimiento y florecimiento de la madre de todas las culturas mesoamericanas, la olmeca, cuyas raíces se remontan a varios cientos de años antes de Cristo. Las huellas de esta cultura, junto con los huastecos y totonacas, salpicados además por la influencia náhuatl, se puede apreciar en sublimes construcciones como el Templo de las Chimeneas, la Pirámide de los Nichos, el Templo Mayor y el Adoratorio del Dios del Viento.

Y sus privilegios continuaron, más tarde se convirtió en el crisol del mestizaje y sincretismo de las culturas indígena y europea, amalgama a la que más tarde se le añadieron hombres de piel negra hurtados de África. Así, Veracruz se fue convirtiendo en lo que es hoy: tierra de mitos y leyendas, de contrastes y riqueza.

Por supuesto, la Colonia dejó también su huella, más profunda incluso que la anterior, con joyas como el Baluarte de Santiago, la Catedral de Jalapa o el Santuario de la Virgen del Carmen, por mencionar sólo algunas y dejarte en claro que, sea cual fuere el rincón de Veracruz en el que te encuentres, siempre tendrás al alcance algún sitio que visitar y admirar, ya sea un atractivo natural, arqueológico o colonial.

Ahora bien, el resultado de la interesante evolución del estado de Veracruz ha sido una población con un inigualable carácter alegre, amable, hospitalario y fiestero. Desde que pongas un pie en Veracruz, los jarochos te harán sentir auténticamente en casa, además de que te contagiarán su alegría y, antes de que te des cuenta, estarás dando unos cuantos pasos de baile. Lo primero que vas a descubrir al internarte en este rico estado será su gran riqueza folklórica, y, tan pronto te de hambre, descubrirás el porqué de la fama de su gastronomía, pletórica de los más deliciosos platillos, resultado de la fusión de la cocina española con la indígena y basada en pescados y mariscos.

El ambiente de júbilo te envolverá en cualquier lugar que visites, empezando por Papantla, donde los voladores realizan su singular ritual, que concluye en una danza que surca el viento. En las playas te encontrarás con el bullicio de la gente, que es contrapunto del de las olas. En la Plaza de Armas del puerto de Veracruz verás a las parejas bailar con garbo a ritmo de danzón. El colorido y majestad colonial de sus ciudades te darán alegremente la bienvenida. ¡¡Y ni qué decir del carnaval!!, el pretexto ideal para entregarse en cuerpo y alma a la algarabía, relajo, carcajada, música y fiesta.

En resumen, Veracruz es un lugar sin comparación alguna, por lo que la experiencia de visitarlo simplemente no se puede sustituir con nada, es algo que tienes que vivir, para poder decir que viviste.

Fuente: veracruz.com.mx