
Se veía venir. La mejor candidata para ocupar el lugar dejado por el ministro José de Jesús Gudiño Pelayo, fue vetada.
Lo increíble es que no fue ningún partido de la oposición -ni PRI, ni PRD, ni PT, ni Convergencia, ni el Verde- quien se opuso a que Lilia Mónica López Benítez ocupara un lugar en el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino el mismísimo partido que hoy gobierna y cuyo Presidente de la República fue quien eligió la terna para este cargo.
Ya lo advertían algunos senadores desde que las tres candidatas se presentaron ante las comisiones de Justicia y Estudios Legislativos: parecía una terna a modo para tratar de que Elvia Rosa Díaz de León, impulsada por Felipe Calderón y Guillermo Ortiz Mayagoitia, lograse el escaño.
Pero no fue así. La sorpresa -por su frescura, claridad y capacidad- la dio López Benítez y se ganó desde entonces a los legisladores de oposición.
Cuando llegó el momento de llevar la votación al pleno de Xicoténcatl (el martes pasado), los panistas ya habían recibido “de las alturas” la orden a seguir: no dejar pasar a Lilia Mónica por ningún motivo.
La primera ronda de votación le otorgó a Lilia Mónica López Benítez 73 votos, frente a 48 de la candidata oficial, Díaz de Léon y dos para Andrea Zambrana. La segunda ronda le obsequió un voto más a Lilia Mónica y Díaz de León se quedó con los mismos de antes.
De nada valieron los llamados de distintos legisladores para que los panistas -sólo ocho votos más requería López Benítez- cambiaran su férrea oposición para que una mujer liberal fuera elegida para ingresar a la Suprema Corte.
Según Alejandro Zapata Perogordo (PAN) las tres propuestas eran “extraordinarias”. La terna enviada por el Presidente era magnífica y honraba a la mujer. Pero…
El pero es que simplemente no había ganado la que quería Felipe Calderón.
Entonces votaron en bloque para evitar que lograra las dos terceras partes requeridas.
Pablo Gómez y Ricardo Monreal les restregaban a los panistas sus “mañas”: Esto era “una terna de uno”, se mofaban; ¿cómo es que rechazan a una candidata elegida por su propio Presidente?, preguntaban con sorna.
Ni manera de defenderse los blanquiazules. Sólo escondían la cabeza. A fin de cuentas habían logrado su objetivo: cerrarle el paso a la mejor candidata y abrirle de nuevo el camino al Presidente de la República para que envíe otra terna.
Y si esta otra no les gusta a los senadores de oposición -parecen calcular los panistas-, pues peor para ellos, pues así el Presidente podrá decidir por “dedazo” quién será el ministro o ministra que irá a la Suprema Corte.
La “maniobra” blanquiazul irritó a priistas, perredistas, petistas y demás. Están pensando incluso en interponer una controversia constitucional para evitar que en casos similares el Jefe del Ejecutivo termine por decidir al gusto y eluda -con artimañas como la vivida- la responsabilidad que debiera ser compartida entre el Ejecutivo y el Senado en el nombramiento de Ministros de la Corte.
Ojalá lo hicieran. Lástima que ya se hayan llevado entre las patas a una buena candidata.