¿Y si le hubiera pasado a Ulises?

Imaginemos, por un momento, que al gobierno de Ulises Ruiz Ortiz le hubiera pasado:

a) Que el secretario de Finanzas hubiera sido inhabilitado por la secretaría de la Función Pública por malos manejos administrativos al desempeñar un cargo federal.
b) Que el secretario de Salud hubiera sido acusado y detenido, hace algunos años, por haber golpeado a su esposa.
c) Que dos secretarios del gabinete hubieran tenido que renunciar porque no cumplían con los requisitos legales para desempeñar sus cargos.
d) Que uno de esos secretarios hubiera falsificado un título profesional.
e) Que los maestros de la sección 22 hubieran desconocido a su secretario general de Gobierno.
f) Que los diputados de oposición hubieran decidido abandonar algunas sesiones del Congreso acusando cerrazón del partido del titular del Ejecutivo.
g) Que una marcha de habitantes de un poblado indígena, encabezados por un militante de oposición, hubiera sido reprimida a garrotazos por la policía estatal.
h) Que unos 40 migrantes centroamericanos hubieran sido secuestrados en Chahuites.
i) Que su secretario particular hubiera sido inhabilitado a nivel federal para desempeñar un cargo público, por malos manejos administrativos.

La lista contiene algunos de los temas que los oaxaqueños han masticado en las últimas semanas y que, por alguna razón, han sido minimizados.

Es muy simple: Si esto le hubiera pasado a Ulises Ruiz, los medios de comunicación estatales y del Distrito Federal, estarían arrastrando el cuerpo del priista por toda la carretera panamericana, y de los genitales.

Sin embargo, hoy eso no ocurre con Gabino Cué.

Vamos, los nombramientos de funcionarios cuestionados pasó de noche, salvo algunos comentarios de columnistas como Francisco Garfias; los garrotazos a los indígenas que pretendían llegar al zócalo fueron calificados por algún periódico como plausible y una estupenda medida para garantizar la seguridad de los oaxaqueños.

Las incongruencias son monumentales.

Si antes estas cosas estaban mal, en ese estatus deberían estar ahora.

O si, por el contrario, esas cosas estaban bien, pues alguien nos mintió y engañó diciéndonos que estaban mal.

La “opinadocracia” de este país nos ha mostrado que es capaz de crear sus fantasmas, sus enemigos, y luego combatirlos, argumentando lo que quiere y como quiere, pero luego, ante situaciones semejantes, no dice absolutamente nada.

Por supuesto que no quiero que despedacen a un gobierno que empieza a nacer pero, por lo menos, los opinadores deben dar muestra de congruencia y demostrarnos a los ciudadanos que lo que dicen no se sustenta en filias o fobias, sino en la observación profesional de los hechos.

Tampoco quiero defender al ex gobernador de Oaxaca ya que él tiene los argumentos para defenderse solo, pero sí creo que es prudente llamar la atención a lo que ocurre en el estado y que hoy todo mundo voltea hacia otro lado.

Es cierto, el PRI perdió la gubernatura del estado y eso obliga a muchos cambios, entre ellos el de los llamados “líderes de opinión” que no pueden actuar como simpatizantes o aplaudidores de un gobierno que merece, sin duda, un plazo perentorio para empezar a funcionar.

Y los medios de comunicación no pueden ser ahora simplemente ovacionadores de lo que hace el gobierno de Gabino Cué, sino que deben mostrar una distancia crítica.

Hay mucho que aprender en estos nuevos tiempos en Oaxaca, tanto para los que asumieron la titularidad del Poder Ejecutivo, como para los que observan la vida política e institucional del estado.

Todos debemos empezar a actuar, y la receta para no equivocarnos es una: congruencia.

Tanto de aquí para allá, como de allá para acá.

Nada más, pero nada menos.

*Director revista Hoja de Ruta