Yemen: Los secretos del genocidio

Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central

Desde marzo de 2015, una coalición liderada por Arabia Saudita, junto a más de una treintena de países musulmanes, con mayor o menor intervención, y el apoyo político y logístico de Estados Unidos están masacrando al pueblo yemenita.

Esta incursión en medio de una guerra civil, iniciada en septiembre de 2014, provocó la renuncia del presidente Abed Rabbu Mansour Hadi en enero del año siguiente, desde su exilio en Riad, y a instancias de los sauditas, por lo que Hadi pretendió retomar el poder, profundizó la crisis política y agudizó el enfrentamiento armado.

La incursión saudita en el conflicto yemenita ya ha cobrado no menos de 20 mil vidas, un número incalculable de heridos, entre 12 y 14 millones de desplazados internos, un número que rondaría los 800 mil han abandonado el país. Además de sumergir a toda su población en una crisis alimenticia y sanitaria que la pone al borde de una hambruna, que podría provocar un número mayor de muertos. Solo la epidemia de cólera, que estalló en octubre de 2016 ya se cobró 2 mil 500 vidas, mientras otras 500 mil personas están contagiadas.

Toda la infraestructura: rutas, puertos, redes fluviales y usinas eléctricas han colapsados; cientos de hospitales y escuelas y miles de viviendas han sido demolidas, por los ataques de la aviación saudita, con colaboración táctica y estratégica de pilotos israelíes.

Junto a Arabia Saudita, el país más involucrado en este genocidio, están los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que a diferencia del primero, si ha puesto tropa terrestre en territorio yemenita. Aunque no para combatir estrictamente, ya que esa misión la cumplen los efectivos de Al-Qaeda y Daesh.

La tarea de los efectivos de la UEA, junto a agentes norteamericanos es la de perseguir y detener a los combatientes huties, unidad de resistencia yemenita compuesto especialmente por miembros de la comunidad chiita, un 47 % del total de los 28 millones de yemenitas, junto a los sectores más pobres de la mayoría sunita.

En 2016, Estados Unidos destinó un número pequeño de comandos del cuerpo de elite navy seals, que opera a lo largo de la costa sur para apoyar las operaciones de las tropas de los emiratos, con quien está llevando a cabo acciones contra la población civil, en procura de impedir el apoyo a los combatientes hutíes.

Se denunció en enero último, el asesinato de 59 civiles, 10 niños y 9 mujeres en una operación ejecutada por los seals. Los sobrevivientes del ataque han denunciado que los comandos norteamericanos llegaron en plena noche en varios helicópteros, al poblado de Yakla, en una zona apenas poblada de la provincia de al-Bayda.

Según los militares norteamericanos, que han desautorizado la versión de la masacre, ellos tenían información que allí se alojaban un importante grupo de AQPA (al-Qaeda para la Península Arábiga). Según esas fuentes, los terroristas abrieron fuego al verse rodeados por lo que debieron repeler el ataque. En la “batalla”, que tiene la carga simbólica, de constituirse en el primer ataque en Yemen de la era Trump, intervinieron bombardeos aéreos, drones y helicópteros artillados, habiéndose extendido a lo largo de varias horas, al tiempo que solo fueron destruidas tres casas del poblado, a pesar que los objetivos fueron una escuela, una mezquita y un centro sanitario.

Otra vez la guerra sucia

Graves denuncias de familiares, abogados y organizaciones vinculados a los derechos humanos están señalando que una guerra sucia se está librando por debajo la guerra formal, por parte de las tropas del EAU. Se han detectado por lo menos 14 centros de detención clandestinos en diferentes puntos del país donde habría alojados por los menos unos tres mil yemenitas sin procesos judiciales.

Ex detenidos han denunciado que cientos de hombres murieron tras ser torturados por miembros de Al-Qaeda que operan en la red secreta de cárceles en el sur del país.

Allí los prisioneros padecen todo tipo de torturas, al punto de ser maniatados a un artefacto que gira sobre fuego.

Abogados, activistas, miembros de la familia y ex detenidos describieron al menos seis centros de detención informales o secretos en Adén. Una persona que había recolectado más de 150 nombres de los detenidos por las fuerzas de seguridad, verificó sus listas con las listas de los detenidos en la Cárcel Central y CID y encontró que unos 50 de ellos no estaban en ninguna de las instalaciones de detención.

Fuentes, entre ellas funcionarios gubernamentales, dijeron que los abogados, activistas, jueces, fiscales y organizaciones internacionales no tenían acceso a los centros de detención informal, ni a las cárceles secretas de Adén. En febrero, el viceministro del Interior negó que hubiera centros de detención informales o cárceles secretas en Adén.

Estas prisiones que han sido detectados funcionan en Buraika, un barrio del puerto de Adén, que casualmente se encuentra frente a la base de los Emiratos Árabes Unidos. Más denuncias señalan que en Adén también funciona otra prisión secreta en el distrito de Tawahi.

Las denuncias señalan que estas cárceles funcionan dentro de bases militares, almacenes del puerto, aeropuertos, casas privadas y hasta en desactivados clubes nocturnos. En muchos casos conteiners fungen de calabozos donde son encerrados prisioneros que no solo sufren el encierro, el hacinamiento en oscuridad sino las altas temperaturas que concentran esas cajas de metal. La información consignada describe los abusos como de rutina, mientras que las torturas que se aplican en los interrogatorios son extremas.

Una de las prisiones secretas más importantes se encuentra en el aeropuerto de Riyan, en la ciudad Mukalla, al sur del país. Ex detenidos denunciaron que les tocó estar en contenedores de transporte, repletas de heces humanas y manchadas de sangre. Se ha conocido que militares norteamericanos han llegado a estar a pocos metros de estas cajas, sin importarles los gritos que de allí partían. Las particularidades del encierro ha hecho que el número de prisioneros muertos se dispare a raíz de múltiples infecciones contraídas durante el encierro.

Se ha conocido que también opera como centro de detención clandestino una nave fondeada a poca distancia de la costa, donde en las cubiertas expertos en diferentes técnicas de interrogatorio incluido el uso de polígrafos y sicología realizan largas secciones con prisioneros ilegales.

Se ha sabido de menores de 15 años que también han sido torturados, y mantenidos encerrados con adultos, donde sufren todo tipo de violaciones.

Un padre ha referido que tras una intensa búsqueda cuando encontró a su hijo, el niño había perdido la razón. Human Rights Watch documentó en cuatro oportunidades menores detenidos infundadamente y luego desaparecidos en la prisión central de Adén y en el campamento militar de Tariq. Otro prisionero liberado refirió haber visto en la prisión central entre siete u ocho menores que se encontraban en su mismo pabellón con los ojos cubiertos y signos de haber sido golpeados.

Funcionarios norteamericanos reconocieron que algunos de sus hombres han participado de interrogatorios, aunque solo direccionaron las preguntas, sin torturar personalmente a nadie.

Una investigación atribuida a la Associated Press (AP) revela que la violencia contra presuntos supuestos extremistas y hutíes son abusados sexuales, golpeados y permanecen encerrados con los ojos vendados durante semanas. Al tiempo Abu Dabi y Washington han rechazado también estas acusaciones.

Funcionarios del Pentágono, preservando su identidad, dijeron que las fuerzas norteamericanas participan de manera frecuente en interrogatorios en distintas lugares de Yemen, indicando las preguntas a hacer en los interrogadores locales. Los altos mando norteamericanos conocen de estas intervenciones. Mientras que fuentes oficiales norteamericanas han negado obviamente todas las acusaciones sobre detenciones ilegales y torturas.

También algunos detenidos han sido trasladados a través del Mar Rojo ilegalmente a una base de los EAU en Eritrea. En 2016, el Grupo de Vigilancia de las Naciones Unidas sobre Somalia y Eritrea sacó un informe en el que se señalaba “la rápida construcción de lo que parece ser una base militar con estructuras permanentes” en Assab, una localidad costera de Eritrea a escasos kilómetros de Yemen, atravesando el Mar Rojo.

Esta nueva red de prisiones secretas remite a los numerosos centros de detención conocidos como “agujeros negros” a lo largo del mundo (Polonia, Rumania, Egipto, Malasia entre otros) creados por la CIA después del 11 de septiembre, donde eran remitidos los sospechosos de terrorismo para su interrogatorio. En el año 2009, el presidente Barack Obama ordenó su desmantelamiento, aunque con esta nueva administración parecen haber retornado, como parte de un genocidio secreto.

*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.