“Para servir a la patria nunca sobra el que llega ni hace falta el que se va.”
Venustiano Carranza
Querétaro, Qro. – Los días vacacionales, entre otras cosas, nos instan a efectuar un ejercicio de reflexión en torno a nuestro quehacer en la vida: proyectos laborales inmediatos, planes personales prospectivos, necesidades familiares y, quizás, un análisis retrospectivo de lo vivido hasta el momento.
En este contexto, le comparto amable lector, que a mis 24 años poseo un sinfín de gratos recuerdos de mi niñez y, particularmente, innumerables imágenes satisfactorias que me hacen enorgullecerme de mi país. Sin embargo, en estos días en los que percibo una terrible descomposición social y clima de violencia generalizado, me he preguntado ¿dónde quedó el México que me tocó vivir de niño?; ante este cuestionamiento, es fácil imaginar lo que se preguntan las generaciones anteriores a la mía, mismas que seguramente gozaron de una nación superior a la que yo viví en mi infancia y mucho mejor de la que vivimos en la actualidad.
Recuerdo ciudades seguras, sitios para pasear con tranquilidad, calles en las que se jugaba la típica “cascarita” de futbol entre los niños de la cuadra, el andar en bicicletas y patines o simplemente la convivencia entre amigos, todo ello, sin que los padres se preocuparan por la seguridad de sus hijos.
Recuerdo también, a diferencia de lo que sucede en la actualidad, que los policías no eran enemigos sino gente respetable en la cual se podía confiar, sin emitir un juicio anticipado ni generalizar, hoy es lamentablemente la desconfianza que generan estas personas que tienen como encomienda básica la protección de los ciudadanos. En este sentido, recuerdo al “guardián del orden” de mi cuadra (había uno por cada “manzana”) el cual era reconocido por los vecinos, un ciudadano que conocía a la gente de ese lugar, a los niños y las familias, que generaba entre ellos una grata sensación de seguridad.
Hoy, probablemente a diferencia de hace no más de 15 años, la mayoría de los policías han deteriorado su imagen y, por esta razón, la ciudadanía confía cada vez menos en ellos, no conoce sus nombres, ni están interesados en hacerlo.
Recuerdo también, la hora de salida del kínder “Marisol Kipling” donde las madres pasaban por sus hijos sin ninguna preocupación más que la de llegar a casa para comer con la familia, por el contrario, ahora hemos sido testigos de cómo en el estado de Chihuahua agentes federales “sacaron” a los pequeños de un “jardín de niños” para evitar que fueran heridos por una balacera que se llevaba a cabo a las puertas del mismo.
Si bien es cierto, estamos conscientes de que Querétaro no es una isla en la República Mexicana, también es cierto que aquí todavía podemos salir a la calle, a las plazas públicas y convivir con la familia de manera tranquila, sin embargo me pregunto en cuántos estados la ciudadanía se siente segura, en cuántos estados se respiran aires de tranquilidad y progreso, en cuántos estados pensarán que estamos mejor que hace 15 años. Dudo que sean muchos.
El México que vivimos y vivieron nuestros padres no es imposible tenerlo de vuelta, en poco más de una década se dieron estos cambios bruscos entre lo que nos gustaba de nuestro país y lo que vivimos ahora.
Debemos empezar como ciudadanía a pensar que nos gustaba de nuestro país en temas fundamentales como seguridad, trabajo, salud, educación o deporte y no dejar que esto se siga perdiendo con el paso de los años, es tan sólo poco más de una década de “cambios” que se han dado y que no nos han llevado a un México más pleno y mejor, a lo cual hoy todos nos preguntamos: ¿DÓNDE QUEDÓ EL MÉXICO ANHELADO?
PAUL OSPITAL CARRERA
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