La primavera es un buen momento para llegar a Ámsterdam, una capital cosmopolita, vibrante y sin embargo repleta de numerosos espacios de calma. El edificio de ladrillo rojo de la estación de tren marca el inicio de cualquier paseo por el centro. A pie o en bicicleta, hay que detenerse en los mercados y mercadillos, disfrutar de la atmósfera de los cafés, descansar en el oasis verde del Vondelpark y buscar la animación de las plazas Rembrandt Plein y Leidse Plein, abarrotadas de teatros y restaurantes con terraza.
Y siempre, se tome el camino que se tome, asomarán los tres canales principales, con su forma concéntrica y cuyos nombres dedicados a nobles, emperadores y príncipes recuerdan que las casas que se reflejan en el agua fueron erigidas en el siglo XVII, la época dorada de los Países Bajos.
El complemento al callejeo y al ineludible paseo en barco son tres magníficos museos que estrenan instalaciones en 2013: el Stedelijk de arte moderno y contemporáneo, el Rijksmuseum y el Van Gogh. El nuevo edificio anexo, de diseño futurista, del Stedelijk ha cambiado para siempre la fisonomía del Museumplein, la plaza donde se encuentran también los otros dos.
La reforma y ampliación del Rijksmuseum, llevada a cabo por los arquitectos españoles Cruz y Ortiz, estuvo bloqueada durante varios años por el colectivo de ciclistas de Ámsterdam que presionaron para conservar el paso de bicicletas que cruza el edificio por debajo.
Un viaje en el tiempo.
Al norte de Ámsterdam, a unos veinte kilómetros, se encuentran tres de las poblaciones más bonitas de los Países Bajos: Edam, Volendam y Marken. Dedicarles una jornada es una buena introducción a las tradiciones holandesas. Edam floreció a finales de la Edad Media gracias al comercio marítimo y, en el siglo XV, se estableció allí el mercado de quesos más importante del país.
Seiscientos años después, este encuentro quesero se ha convertido en todo un espectáculo que es organizado por voluntarios ocho veces al año. Los granjeros arriban en barcas con sus quesos de corteza roja y amarilla, que son trasladados al mercado cargados en carretas y al son de un organillo.