Fe inquebrantable del pueblo de México en la Virgen de Guadalupe

Valle de Chalco.- En contraflujo, un río de fe corre por la orilla de la carretera México-Puebla. Miles de peregrinos se mueven en un andar incansable, férreo. La Virgen de Guadalupe les aguarda en su aposento del Tepeyac, y por eso se dan prisa. La fe se traga cientos de kilómetros, no importa cuántos haya que caminar para rezarle, agradecerle o pedirle ayuda.

Mujeres caminan con niños en brazos o en carriolas, con la familia completa, el esposo, las hijas, los hijos, los nietos, la nuera, el yerno. Dicen que la cultura entra por el lado materno, también la fe en la Virgen de Guadalupe. Las mujeres le acercan sus familias a costa de todo, no importa que hayan tenido que pedir prestado, empeñar sus pertenencias o vender algunas gallinas. Vienen de comunidades del estado de México, Puebla, Oaxaca y Veracruz. La devoción de esta parte de México entra de noche por el oriente de la ciudad de México.

Muchas guadalupanas han comprometido su vida o la de sus seres queridos con ella. Por el acotamiento viene María, con su hijo Julio, de 12 años, quien tenía un tumor en el brazo que se cree ha desaparecido. El viernes pasado salieron a las seis de la mañana de Ixtapaluca; habían caminado 15 horas. Teófila Pérez camina junto con 12 integrantes de su familia desde Izúcar de Matamoros, Puebla. Salieron el día 9 de diciembre, llevaban más 50 horas caminando. La promesa que hizo deber ser grande. No quiere decir que la llevó a tanto sacrificio. De Atlixco, Puebla, venían Rufina y Guadalupe, de apenas ocho meses de edad. Ella la cargaba como para hacer más valedero su esfuerzo. Detrás de ellos, venía Diana con su hijo Derek Ricardo en carriola. Prometió que si él nacía sano, vendrían a visitar a la Virgen en su día.

Una larga fila de luces exhibía el peregrinaje. Julia, una maratonista veracruzana corría con la antorcha en la mano. Benita Reyes de 49 años pedirá por su padre, por su familia y por su pueblo Villaldana en Veracruz.

Agencia El Universal