
Los amorosos marchan.
El AMLOVE es para ellos la causa más legítima,
la más verdadera, la menos insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que no abandonan casilla alguna,
son los que defienden su democracia, los que no olvidan el fraude.
Su corazón les dice que Peña no debe ganar,
no encuentran errores en su discurso anti corrupción, buscan los defectos de los demás.
Los amorosos andan como locos
porque están solos de los que siguen creyendo que Andrés es un peligro, solos de los que optarán por el ‘Nuevo’ PRI, solos con los pobres,
entregándose a MORENA, dándose a cada Taibo,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa la República del Amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia algún barrio olvidado por el neoliberalismo.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que ganarán y les volverán a robar elección.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el fraude siguiente, el otro 2006, el otro 1988.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡qué bueno!- han de estar solos (con los Chuchos).
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen tribus de Bejarano y Martí Batres en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los come Calderón.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el horror a ver frustrada otra oportunidad de cambio.
Encuentran a la ´Falsa Izquierda de Mancera y Ebrard´ bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios pero con AMLO.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar indecisos.
Se ríen de las gentes que no creen en su Proyecto de Nación,
de las que aman a Enrique por su copete, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara panista de inagotable sangre.
Los amorosos juegan a ser demócratas,
a escuchar cuando solo oyen, a no ser intolerantes.
Juegan el largo, el triste juego de jactarse depositarios de la verdad absoluta.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra casilla,
la victoria de Peña les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en vagones de metro y peseros se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a otra esperanza recién nacida,
a mujeres de Morenaje que serán diputadas con la mano en el curul,
complacidas,
a arroyos de conflicto post-electoral y a resignación de seguir luchando.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
´Voto por voto y casilla por casilla´,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.